miércoles, 12 de septiembre de 2007

La alegría del "perdedor"

Siempre he pensado que es mayor la alegría del que queda tercero en una competición que la alegría del segundo. El tercero consiguió lo que ya parecía imposible, y el segundo no consiguió quedar primero..., y parece que lo perdió todo ¿pero y la alegría y/o tristeza del cuarto?

Nuestra vida está llena de éxitos y fracasos, pero lo importante no es sólo participar, sino no caer en el desánimo del fracaso, del "es imposible"; como le escuché una vez a un gran hombre: "el que dice que no hay nada que hacer, es el que no piensa hacer nada".

A este respecto, te copio unas frases de Benedicto XVI hace unos día en Loreto dirigidas a miles de jóvenes italianos y europeos. Pienso que vuelven a sonar en nuestro oídos aquellas palabras que escuchábamos a Juan Pablo II en tantas ocasiones, y que debemos seguir siendo -no importa la edad- "soñadores de grandes proyectos"; si perdemos la ilusión, el entusiasmo, etc., hemos perdido la esperanza, y eso significaría el envejecimiento del alma, y sería desilusionante:

"Quisiera que a todos llegaran mis palabras: el Papa está cerca de vosotros, comparte vuestras alegrías y vuestras tristezas; y comparte sobre todo las esperanzas más íntimas que lleváis en vuestro corazón. Para cada uno pide al Señor el don de una vida plena y feliz, una vida llena de sentido, una vida verdadera.

Por desgracia, hoy, con frecuencia, muchos jóvenes creen que una existencia plena y feliz es un sueño difícil —hemos escuchado muchos testimonios—, a veces casi irrealizable. Muchos coetáneos vuestros piensan en el futuro con miedo y se plantean no pocos interrogantes. Se preguntan, preocupados: ¿Cómo integrarse en una sociedad marcada por numerosas y graves injusticias y sufrimientos? ¿Cómo reaccionar ante el egoísmo y la violencia, que a menudo parecen prevalecer? ¿Cómo dar sentido pleno a la vida?

Con amor y convicción os repito a vosotros, jóvenes aquí presentes, y a través de vosotros a vuestros coetáneos del mundo entero: ¡No tengáis miedo! Cristo puede colmar las aspiraciones más íntimas de vuestro corazón. ¿Acaso existen sueños irrealizables cuando es el Espíritu de Dios quien los suscita y cultiva en el corazón? ¿Hay algo que pueda frenar nuestro entusiasmo cuando estamos unidos a Cristo? Nada ni nadie, diría el apóstol san Pablo, podrá separarnos del amor de Dios, en Cristo Jesús, Señor nuestro (cf. Rm 8, 35-39).

Permitidme que os repita esta tarde: cada uno de vosotros, si permanece unido a Cristo, puede realizar grandes cosas. Por eso, queridos amigos, no debéis tener miedo de soñar, con los ojos abiertos, en grandes proyectos de bien y no debéis desalentaros ante las dificultades. Cristo confía en vosotros y desea que realicéis todos vuestros sueños más nobles y elevados de auténtica felicidad."

Comienza el curso, ¿seremos capaces de no perder la ilusión y el entusiasmo por realizar grandes cosas? Está en tus manos. Un saludo