lunes, 26 de marzo de 2007

Esa gota de amor

"A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota" (Madre Teresa de Calcuta)
Realmente cuando uno reflexiona sobre estas palabras, y sobre todo, pensando quién las dice, se da cuenta de que cualquier esfuerzo por amar vale la pena, aunque parezca inútil.
Es verdad que decidirse a amar de verdad, con todo lo que eso significa es doloroso, y nos puede parecer un riesgo grande, pero es más verdad que esta vida no tendría su verdadero sentido sin amar, viviríamos en una absoluta soledad, eso sí, sin "riesgos".
De hecho, amar significa depender de algo que tal vez me puedan quitar y, por tanto es añadir el riesgo de un sufrimiento a mi vida. Pienso que ahí radica, manifestada o no, la no aceptación del amor: "no quiero amar, porque no quiero sufrir ese riesgo, ni ver limitada mi independencia, ni verme privado de mi disponibilidad, ni acabar siendo nada, prefiero no amar".
Estamos a las puertas de la Semana Santa. La pasión de Cristo no habla en un lenguaje diferente, es un sí al amor, porque ese riesgo de sufrir y de perder la independencia sólo por amor hace volver al hombre a sí mismo, le hace descubrir el Amor más trascendente, el del que da TODO sin esperar NADA a cambio.
Finalmente, el auténtico drama de la historia es un sí o un no al amor. (Estas ideas se las leí al Cardenal Ratzinger (Benedicto XVI) hace años). Un saludo

viernes, 16 de marzo de 2007

Belleza y cutrez

"La belleza del cuerpo es un viajero que pasa; pero la del alma es un amigo que queda." Saavedra Fajardo

Desde siempre hemos dado mucha importancia a la belleza (
pulchrum decían los clásicos), precisamente porque lo atrayente, lo bello nos gusta, entra por los ojos y colma el corazón.
Ponemos mucho empeño y tiempo en estar guapas, guapos; “gente guapa” se dice al hablar de modelos a los que quisiéramos parecernos. Hablamos de las top model, de actrices y actores de moda, de “las y los celebrity” que aparecen en revistas, paginas web, etc.

Los jóvenes se empeñan en mostrar su belleza juvenil “destapando” lo más íntimo, y olvidando aquello del pudor, que ya no se lleva y suena a rancio; los viejos se afanan en “tapar” su ancianidad persiguiendo una belleza corporal acabada, pretendiendo no pasar de los treinta, y consiguiendo sólo ser y estar “ridículos”.

Anhelamos la belleza, sentirnos atrayentes (tanto ellas como ellos), gustar con las formas de nuestro cuerpo, con la forma de vestir, con la conversación, con el modo de comportarnos…, con los gestos, con la sonrisa, etc.
Vaya por delante que es muy noble buscar una belleza corporal y razonable que atraiga, pues no somos sólo alma, y tenemos el deber de cuidar el cuerpo que es obra del Creador, y don precioso que nos ha entregado.

Pero me pregunto, ¿realmente es esa la verdadera belleza?, ¿no se acaba siendo un auténtico “cutre” de querer ser demasiado bello, demasiado guapo? Da la impresión de que
nos pasamos varios pueblos en eso de “estar guapos”.
“La belleza del cuerpo es viajero que pasa”
, y realmente, nos pese o no, así es. La belleza que queda, la que atrae, es esa que no parece estar, que va por dentro –a veces muy por dentro-, pero que se intuye en la mirada de amor, en los detalles de servicio, en la sonrisa sincera y limpia, en el perdón y el olvido de la ofensa, en vivir para los demás, en el silencio profundo de un amor sacrificado (siempre me acuerdo de la belleza del corazón de la Madre Teresa), en la caricia y el beso que manifiestan un amor limpio y sincero, etc., realmente todo eso, y tantas cosas más –que hoy echamos en falta-, sí que son verdadera belleza.
El problema es que hemos caído fácilmente en lo cutre, buscando una pobre belleza que se queda sólo en la búsqueda de un atractivo corporal y, con frecuencia sensual que acaba por gastarnos y consumirnos, se acaba pronto, y envejece sin dejar poso ni amor verdadero. Acabo, pero lo hago con esta otra frase que leí hace unos días. Un saludo.

"El que no lleva la belleza dentro del alma no la encontrará en ninguna parte." Noel Clarasó

lunes, 5 de marzo de 2007

Llorar de alegría

Hace unos días pude ver la película Mia Sarah, me pareció deliciosa: buena fotografía, música excelente, golpes simpáticos de humor, y una historia de amor que "engancha".
Hay una escena en la que Gabriel y Marina están cenando en un restaurante, uno de esos lugares que no están al alcance de la economía de los protagonistas a lo que se va en contadas ocasiones. Ella sufre y ríe, llora y está feliz al mismo tiempo..., pensé en aquello de si se puede estar alegre en el dolor. Marina ha encontrado a alguien que realmente le quiere, y lo encuentra en el desconcierto de una vida envuelta en el sufrimiento: hermano enfermo, padres fallecidos en accidente, trabajo inestable, etc. Es feliz, y esa sencilla felicidad le hace derramar lágrimas de alegría. La escena me pareció fantástica.
Hoy día una generación joven huye de la realidad buscando una alegría hueca, sin contenido. La fidelidad, don perdido, se sostiene en el amor que no tiene miedo a las lágrimas. O como hace poco leía: "La fuente de la alegría cristiana es esta certeza de ser amados por Dios, amados personalmente por nuestro Creador..., que nos ama a cada uno y a toda la gran familia humana con un amor apasionado y fiel, un amor mayor que nuestras infidelidades y pecados, un amor que perdona".
No podemos tener miedo a las lágrimas y lo que unas lágrimas conllevan; lo decía ya hace muchos siglos el poeta Ramón Llull: "¿Porqué lloras, amigo del alma mía? Lloro de llorar tan poco". Un saludo