lunes, 30 de abril de 2007

Lo único que nos queda

Después de unos cuantos días ausente, vuelvo a escribir unas ideas que leí hace poco, y que quizás puedan ayudarte. Lo descubrí en un libro que te recomiendo, La libertad interior de Jacques Philippe. El autor cita a Christiane Singer en su libro Cómo aprovechar las crisis. La cita es la siguiente:
"El amor es lo que queda cuando ya no queda nada más. En lo más hondo de nosotros, todos lo recordamos cuando -más allá de nuestros fracasos, de nuestras separaciones, de las palabras a las que sobrevivimos- desde la oscuridad de la noche se eleva, como un canto apenas audible, la seguridad de que, por encima de los desastres de nuestras biografías, más allá incluso de la alegría, de la pena, del nacimiento, de la muerte, existe un espacio que nadie amenaza, que nadie ha amenazado nunca y que no corre ningún peligro de ser destruido: un espacio intacto que es del amor que ha creado nuestro ser".
¿Verdad que vale la pena llegar a nuestro término a ese lugar? No desistas en el intento. y confía que es el mejor modo. Un saludo.

jueves, 12 de abril de 2007

Ateísmo y alegría

Te escribo un pensamiento de una conocida escritora rusa conversa (no tiene nada de sospechosa) sobre la santidad y la alegría. Me parece muy sugerente, y te recomiendo que, si puedes, leas algunas de sus obras; en su momento a mí me ayudaron mucho. Espero tus comentarios, a mi me ha hecho pensar, porque efectivamente no entiendo la santidad sin la alegría. Pienso que más nos valdría mirar menos la televisión, y dirigir nuestra mirada a quien lo necesita.
Además es verdad que cuando uno se pone de rodillas ante EL (lo que no significa sumisión ni esclavitud), experimenta la verdadera libertad de un hijo que es consciente de lo que somos, y de quien es EL.

"Este hombre es jovial. No puede ser ateo", dijo Dostoyevski en una ocasión. Por eso la santidad va acompañada de la alegría. El hombre del siglo XX alardea de sus libertades. En realidad es una víctima, y está dominado. No sólo por sus pasiones: la pasión fuerte, al menos hace que se ensanchen los corazones estrechos y que se dilaten los espíritus cuadriculados; hace que se derrita el mundo de sentimientos de piedra y el pensar programado del ordenador. Están dominados, porque apartan su mirada del icono para dirigirla a la televisión y esperan llenar sus anhelos con la publicidad. En su indigencia, el hombre del siglo XX se pregunta si la Iglesia no significará para él también esclavitud. No admite las respuestas de la tradición y la moral. Sólo lo vivo convence. Un amigo que durante 35 años de su vida había seguido el lema "mejor morir de pie que vivir de rodillas" me contó que experimentó por vez primera la sensación de libertad sin límites del ser obediente al arrodillarse en una iglesia". Tatiana Goritschewa.

Un saludo

martes, 3 de abril de 2007

El Rostro de la verdadera belleza

Hace bastante tiempo alguien me habló de la belleza de la Cruz. De entrada, me pareció difícil de entender e incluso, contradictorio; por otra parte, siempre he entendido a quienes no ven esa belleza y se rebelan ante esto.
Estamos en plena Semana Santa; lo queramos o no, no nos deja indiferentes. El hecho que experimentamos, es que multitud de ciudades y pueblos se llenan de gente acompañando los “pasos”, que recorren las calles mostrando el dolor del rostro de Cristo y de María, la Pasión en toda su crudeza, y también la Gloria de la Resurrección.
¿Pero dónde está la belleza de la Cruz, si es que tiene alguna belleza? Quizás nos puedan ayudar estas palabras del Papa a los jóvenes el Domingo de Ramos:
El Señor también toca desde el otro lado (de la puerta) con su cruz: toca a las puertas del mundo, a las puertas de nuestros corazones, que con tanta frecuencia y en tan elevado número están cerradas para Dios. Y nos habla más o menos de este modo: si las pruebas que Dios en la creación te da de su existencia no logran abrirte a Él; si la palabra de la Escritura y el mensaje de la Iglesia te dejan indiferente, entonces, mírame a mí, que soy tu Señor y tu Dios”.

Verdaderamente encontramos belleza en la creación, en las personas, en el rostro de una joven o de un niño, en un corazón sencillo, en una mirada de comprensión o incluso de miedo, etc.
Pienso que la auténtica belleza está en el rostro de Cristo, “el más bello de los hombres”, dice un salmo. Cristo pronuncia con su pasión un sí a la vida, al perdón, a la verdad, en definitiva a la belleza, aunque nos muestre su rostro desfigurado.

No es cierto, como dijeron Marx y Engels que la “violencia es la comadrona de la historia”, como si fuera el camino para “engendrar” la paz y la belleza, sino que el verdadero camino del perdón, de la alegría, de la paz, y de la belleza nos lo enseña la hermosura de Cristo muerto y resucitado. Si quieres, y con otras palabras: “el verdadero sermón de la montaña, sin embargo, no es el que Jesús pronunció un día sobre una colina de Galilea; es el que pronuncia ahora desde lo alto de la cruz, en el monte Calvario, ya no con palabras, sino silenciosamente y con los hechos” (Rainero Cantalamessa, Viernes Santo 2004). Un saludo y feliz pascua de Resurrección