Me he quedado con las ganas de poder ir este domingo a Roma a la Beatificación de Juan Pablo II.
Bueno, perdón que no haya dado “señales de vida” en estas semanas, y de que haya olvidado casi que tengo un blog que atender. No hay excusas aunque podría decir muchas cosas para defenderme.
Pienso seguir, sea como sea, pero pienso seguir.
Para mi Juan Pablo II es especial (me parece que lo es para muchas personas), pero el hecho de que sea el Papa que me ordenó sacerdote en Roma (el próximo día 31 de mayo, van a cumplirse 27 años), supone un “especial” agradecimiento hacia este Papa, al que pude seguir en muchas ocasiones: Roma, Santiago de Compostela, Lourdes, Zaragoza, Madrid, etc., del que tanto aprendí, el que alimentó tantas veces mi oración con sus escritos, el que me enseñó a amar mi sacerdocio, a celebrar la Misa con pasión, a vivir el desprendimiento, a amar a los sacerdotes, etc., etc.
Ya tengo en mi mochila una doble responsabilidad, que no se si seré capaz de llegar a estar a la altura: haber conocido en vida a dos santos, ya reconocidos en el santoral cristiano: San Josemaría Escrivá y el Beato Juan Pablo II. ¡Ahí queda eso! Pero a mí –felizmente- me compromete.
Un saludo.
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