La verdad es que me conmoví al verlos tan contentos, y con tan buen hacer en la formación de sus criaturas. La mayor tiene 12 años y la más pequeña 3, ya te puedes imaginar, visto con los ojos como el mundo mira hoy, una locura, pero para mi, una gozada.
Al final de este encuentro, les decía a ambos que Dios les había dado lo mejor que podía darles, aunque no se hagan ricos, ni tengan vacaciones, ni puedan tener dos coches, tres televisiones, dos casas, y no se cuántas cosas más que la gente desea tener porque piensa que les hace feliz; que lo mejor que tienen son los seis tesoros que ellos mismos han engendrado con la acción de Dios, y que eso no tiene precio, y verdaderamente es lo que les hace y les hará felices.
Ahora pienso que no se porque se lo dije, pues ellos la saben y lo viven, y me han dado siempre un magnífico ejemplo de cómo amarse, amar a sus hijos, y sobre todo, amar a Dios.
Un saludo
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