viernes, 9 de abril de 2010

Reconciliación

Pude ver hace unos días la película Katyn. Me quedé impresionado por la trama y el hecho histórico, que pone en evidencia la grandeza y al mismo tiempo la vileza a la que el hombre puede llegar. Me alegró leer ayer esta noticia:
"Los primeros ministros de Rusia y Polonia, Vladimir Putin y Donald Tusk, sellaron ayer la reconciliación entre ambos países al homenajear juntos a las víctimas de Katyn, localidad de la provincia rusa de Smolensk, situada cerca de la frontera con Bielorrusia, donde en 1940 22.000 polacos fueron asesinados de un tiro en la nuca por el NKVD (policía política soviética) que obedecía órdenes del dictador Stalin. Durante 50 años la URSS negó los hechos y culpó a los nazis de la matanza, pero en 1989 Mijaíl Gorbachov reconoció la culpabilidad de su país en estos crímenes.
Tras la caída del comunismo en Polonia y el hundimiento de la URSS, la matanza siguió dificultando las relaciones entre Varsovia y Moscú. Los responsables polacos y los familiares de las víctimas acusan a las autoridades soviéticas de genocidio y piden a Moscú que desclasifique todos los documentos sobre los sucesos. Aunque los nuevos dirigentes rusos se mantienen cautos, entre otros motivos, para hacer frente a los sectores más nacionalistas y a los nostálgicos del comunismo que se niegan a reconocer la autoría de Moscú, el encuentro de Tusk y Putin con motivo del 70.º aniversario de la tragedia tuvo un alto valor político y simbólico.
Es la primera vez que un dirigente polaco viaja a Katyn de forma oficial y que el poderoso primer ministro ruso está presente en los actos de homenaje que se celebraron en el complejo memorial de Katyn, construido a unos 15 kilómetros de la ciudad del mismo nombre.
El trabajo de memoria es lento y difícil en Rusia. Una investigación llevada a cabo entre 1990 y el 2000 quedó archivada, y en el 2004 la Fiscalía rusa zanjó la cuestión entregando a Polonia la tercera parte de los archivos sobre el caso. Pero también se han dado pasos a favor de la distensión. La semana pasada una cadena pública de la televisión rusa difundió la película Katyn del cineasta Andrzej Wajda, cuyo padre fue una de las víctimas del NKVD.
Los dos jefes de Gobierno se expresaron a favor de superar las heridas del pasado. Putin tuvo palabras duras contra los responsables de las matanzas, pero evitó disculparse públicamente por los crímenes del pasado y mucho menos reconocer que Moscú quiso llevar a cabo un genocidio, como sostiene en cambio Varsovia. «La única forma que tenemos de superar la incomprensión es reflexionar juntos sobre nuestra historia común y nuestras heridas históricas», dijo Putin, que admitió que «los crímenes cometidos por el régimen totalitario» son injustificables, porque el objetivo fue «sembrar el terror».
En la misma línea, el primer ministro ruso aseguró: «Nuestro país ha elaborado una estimación política, jurídica y moral de los crímenes que no va a ser revisada».
Aunque reconoció que «durante largos decenios, se ha intentado disimular la verdad sobre las ejecuciones de Katyn con mentiras cínicas», consideró que el pueblo ruso no es el responsable de esta tragedia, y destacó que afirmar lo contrario es «una mentira».

Cuando se actúa sin fe y sólo por motivos políticos, partidistas y de poder, se puede llegar a considerar al hombre como una cosa, sin dignidad. El hombre ha olvidado que el hombre es imagen y semejanza de Dios, y entonces se llega a esa vileza: 22.000 hombres asesinados uno a uno con un tiro en la cabeza durante semana, meses en oleadas de 200, 300 cada día, ¡qué locura y horror! ¿En algún momento, los hombres seremos capaces de pedir perdón por los crímenes del aborto que en estos años se han realizado? No se trata de comparar, pero la comparación sale sola. Quizás dentro de años, haya políticos, médicos, enfermeras, madres de familia, etc., que públicamente pidan perdón.

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