Quiero compartir contigo un texto que leía ayer con más detenimiento de la reciente encíclica Lumen fidei del Papa Francisco (que relamente comenzó y escribió el Papa Benedicto XVI), y que dice lo siguiente:
"La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra fe » (Hb 12,2)." (n. 57)
Dios no nos da un razonamiento que explique todo, simplemente nos acompaña, comparte con nosotros el sufrimiento, se compadece (padece con nosotros).
Me parece que aquí está el nucleo para entender -o al menos aceptar- nuestra debilidad, y el dolor que acompaña la historia de cada hombre.
Y no quiero dejar de decirte que dolor y alegría, sufrimiento y paz no son palabras incompatibles. Pero de eso hablaremos otro día.
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