El día de Navidad el Papa nos lo decía de esta manera en su homilía:
"La señal de Dios es la sencillez. La señal de Dios es el niño. La señal de Dios es que Él se hace pequeño por nosotros. Éste es su modo de reinar. Él no viene con poderío y grandiosidad externos. Viene como niño inerme y necesitado de nuestra ayuda. No quiere abrumarnos con la fuerza. Nos evita el temor ante su grandeza. Pide nuestro amor: por eso se hace niño".
Abre el corazón a esa sencillez y no te fies de ti mismo. En el sendero de tu vida el encuentro con la Sencillez supone olvidarse de uno mismo. Si te ayuda leete la segunda parte del poema de Navidad:
Sé atrevido: háblale al oído a María,
mira a José de reojo, pídeles que te dejen,
y con sumo cuidado, despacio,
con los labios bien cerrados, bésale fuerte.
Gracias Dios mío por estar con nosotros,
no dejes que se me olvide,
ni que cierre mis puertas.
Que el calor de mi entrega te proteja
del frío oscuro de mis propios pecados.
Que no se repita en mi vida otra vez aquello tantas veces recitado:
¡Cuántas veces el ángel me decía:
Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
Mañana le abriremos –respondía–,
para lo mismo responder mañana!
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