lunes, 1 de enero de 2007

La importancia de una mirada


Feliz año 2007. Otra vez estamos aquí. En esta ocasión querría comenzar los "senderos" del 2007 con unos testimonios que acabo de encontrarme. Son breves, pero conmovedores, y hablan de la "mirada" de nuestro querido Papa Juan Pablo II. También yo sentí esa mirada el día que imponía sus manos sobre mi, para ordenarme sacerdote.
En este caso es el de dos clarisas de Lerma (Burgos, España) donde hay más de 100 monjas la gran mayoría jóvenes "encerradas" entre cuatro paredes, y dispuestas a manifestar al mundo que se puede ser feliz e el silencio, la oración y la vida de Comunidad. Ahí te los dejo:
1. Aquel día yo estaba con tantísima gente en aquella calle esperando al Papa en el papamóvil y, al pasar, miró hacia mi lado... Nunca podré olvidar esa mirada: experimenté que él sabía que yo estaba allí, que me miraba a mí y que me conocía. En esa mirada había amor hacia mí, libertad para mí, horizonte para mí..., para mí. Y desde aquel momento quedó grabado en mi corazón dónde estaba la Verdad. Querido Padre, ¿cómo pagaré al Señor tanto Bien? Te quiere tu hija. Edén.

2. Roma, 12 de abril de 1992, Domingo de Ramos. Un grupo de la parroquia fuimos a Roma para participar en el encuentro mundial de la juventud con el Papa. Años después, supe que no les hacía ninguna gracia que fuera. Tenían miedo, porque yo era un poco revolucionaria. No amaba la Iglesia, incluso la criticaba... ¡No la conocía!; pero..., ¿cómo me lo iba a perder? Sin saber muy bien de qué se trataba, me encontré subida al autocar. Era muy pronto, apenas había gente todavía en la Plaza de San Pedro; me parecía imposible que aquella inmensa plaza pudiera llenarse. Teníamos un sitio estupendo en el pasillo central por donde pasaría el Papa. Todo el mundo estaba muy emocionado; yo más bien fría e incrédula. Pero empezó a llegar gente, sobre todo jóvenes, y se creó una expectación increíble. Sin proponérmelo, me vi contagiada de aquella expectación y me encontré esperando al Papa con todo mi ser. Y, por fin, le vi, y en su humanidad vi a Jesucristo. Sentí que me miraba, fue la mirada de Cristo en él, una mirada que transformó completamente mi vida. Sentí que iba a rezar por mí. La crítica se transformó en amor al Papa y a lo que él amaba: la Iglesia. Nació una súplica: «Señor, hazme comprender»; y el corazón comenzó a ensancharse poco a poco. Providencialmente, el 12 de abril de 1997, fui consagrada por Jesucristo en su Iglesia por toda la Humanidad. Gracias, Padre Santo. Betania

1 comentario:

caminante dijo...

El poder de la mirada...cuando, por los ojos, desborda el fuego que abrasa y que incendia. "Fuego he venido a traer a la tierra..."
Un fortísimo abrazo.