martes, 25 de marzo de 2008
El dolor y la Resurrección
Te copio unas palabras que me hicieron pensar, y que significan -una vez más- remarcar la misma idea que el Papa nos está repitiendo desde el comienzo de su pontificado. Las decía en la reciente Vigilia Pascual:
"Cuántas veces las relaciones entre personas, grupos y pueblos, están marcadas por el egoísmo, la injusticia, el odio, la violencia, en vez de estarlo por el amor. Son las llagas de la humanidad, abiertas y dolientes en todos los rincones del planeta, aunque a veces ignoradas e intencionadamente escondidas; llagas que desgarran el alma y el cuerpo de innumerables hermanos y hermanas nuestros. Éstas esperan obtener alivio y ser curadas por las llagas gloriosas del Señor resucitado" (...) "El acontecimiento sorprendente de la resurrección de Jesús es esencialmente un acontecimiento de amor: amor del Padre que entrega al Hijo para la salvación del mundo; amor del Hijo que se abandona en la voluntad del Padre por todos nosotros; amor del Espíritu que resucita a Jesús de entre los muertos con su cuerpo transfigurado. Y todavía más: amor del Padre que "vuelve a abrazar" al Hijo envolviéndolo en su gloria; amor del Hijo que con la fuerza del Espíritu vuelve al Padre revestido de nuestra humanidad transfigurada."
Si la Resurrección de Cristo es un acontecimiento de amor, ¿porqué no acabamos de darnos cuenta y siguen abiertas las llagas del dolor de la humanidad? Sinceramente, ¿no podríamos hacer algo más cada uno de nosotros? Respóndete tu mismo.
Un saludo.
jueves, 20 de marzo de 2008
La Cruz y el Día después
Hace tiempo que había visto unas imágenes de Juan Pablo II (el próximo día 2 de abril recordaremos el tercer aniversario de su fallecimiento), en las que se veía al Santo Padre agotado y diciendo estas palabras -que te copio- despacito y desde el fondo de su corazón.
Me conmovieron en su momento, quizás por el cariño que tengo a este Papa y por el momento en que las pronunciaba (en el Coliseo el Viernes Santo de 2003), y por su contenido.
«Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo». «El hombre no podía inventar este misterio. Sólo Dios podía revelarlo. El hombre no tiene la posibilidad de darnos la vida después de la muerte. En el orden humano, la muerte es la última palabra. La última palabra que viene después, la de la resurrección, viene de Dios. Por este motivo celebramos con un amor tan profundo estos tres días santos».
«Hoy, Cristo es depuesto de la Cruz y colocado en el sepulcro. Y mañana, en todo el mundo, en todo el cosmos, y en todos nosotros, será el día del profundo silencio. Silencio de expectativa: "Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo". Este árbol de la cruz que provocó la muerte al Hijo de Dios abre el camino hacia el día después».
«El día de la resurrección cantaremos: "Resucitó el Señor del sepulcro...". Esta es la sencillez y la profundidad de Dios en estos tres días pascuales. Os deseo a todos que los viváis lo más profundamente posible. Estamos aquí, como todos los años, en torno al Coliseo, símbolo que nos habla de tiempos pasados, de ese gran imperio romano, que se derrumbó, así como de esos mártires cristianos que dieron testimonio con su vida y con su muerte. Es difícil encontrar otro lugar en el que el misterio de la Cruz hable de manera más elocuente».
Ojalá te sirvan para vivir lo que el Papa nos decía durante estos días de Semana Santa.
Un saludo y Feliz Pascua de Resurrección.
domingo, 16 de marzo de 2008
La Palabra
Hace unos días leí este testimonio acerca de la eficacia de la Palabra de Dios que me conmovió. Lo contaba el Padre Rainero Cantalamessa en una de sus últimas meditaciones:
"Oí a una persona dar el siguiente testimonio en un programa de televisión en el que participé. Se trataba de un alcohólico en fase avanzada; no aguantaba más de dos horas sin beber; la familia estaba al borde de la desesperación. Le invitaron con su esposa a un encuentro sobre la palabra de Dios. Allí alguien leyó un pasaje de la Escritura. Una frase le atravesó como una llamarada de fuego y sintió que se había sanado. Después, cada vez que le tentaba la bebida, corría a abrir la Biblia en aquel punto y sólo con releer las palabras sentía que le volvía la fortaleza, ahora que estaba del todo recuperado. Cuando quiso decir cuál era la frase, se le quebró la voz de la emoción. Era la palabra del Cantar de los cantares: «Mejor son que el vino tus amores» (Ct 1,2). Estas sencillas palabras, aparentemente ajenas a su situación, habían realizado el milagro. Un episodio similar se lee en El peregrino ruso. Pero el más célebre es el de Agustín. Al leer las palabras de Pablo a los Romanos (13, 11 ss.): «Despojémonos de las obras de las tinieblas... Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de lujurias y desenfrenos», sintió una «luz de serenidad» que le asaltaba el corazón y comprendió que se había curado de la esclavitud de la carne."
Si en estos días de Semana Santa leemos con atención la Palabra de Dios, es posible que se produzca en nosotros la conversión del corazón. Un saludo
miércoles, 12 de marzo de 2008
La muerte de Dios
La consecuencia ha sido que el hombre contemporáneo tiene con frecuencia la impresión de no necesitar ya a nadie para comprender, explicar y dominar el universo; se siente el centro de todo, la medida de todo. (…)
Cada vez más la fórmula «etsi deus non daretur» («como si dios no existiera») se convierte en un modo de vivir que trae origen de una especie de «soberbia» de la razón -realidad creada y amada por Dios- que se considera autosuficiente y se cierra a la contemplación y a la búsqueda de una verdad que la supera. La luz de la razón, exaltada, pero en realidad empobrecida, por la Ilustración, reemplaza radicalmente la luz de la fe, la luz de Dios"
sábado, 8 de marzo de 2008
¿Hasta cuándo?
miércoles, 5 de marzo de 2008
Testimonio de Amor
Sorprendente relato de la luna de miel de los peregrinos Mathilde y Edouard Cortés: A pié más de 3.700 kilómetros. Mathilde y Edouard Cortés están peregrinando de París a Jerusalén a pié, más de 3.700 kilómetros, mendigando albergue y comida. Un viaje de luna de miel «por la paz y la unidad de los cristianos», hecho de sacrificios y sufrimientos (fueron agredidos al llegar a Turquía) pero también de encuentros inolvidables. Puedes consultarlo en www.enchemin.org
VIERNES, 24 DE AGOSTO, 68 DÍA. 35 KILÓMETROS GRACAC-PRIBUDIC.
Las aldeas abandonadas por sus habitantes serbios se siguen sucediendo. El calor canicular ha invadido la landa agostada. Necesitamos agua. Estamos casi al borde de nuestras reservas y no nos atrevemos a usar los pozos abandonados por miedo a que hayan sido contaminados con cadáveres o envenenados. La landa ondulada y pedregosa no nos puede ofrecer otra cosa que tierra reseca. Pequeños robles nos dan de vez en cuando un poco de sombra. Pero nada de agua. Me duele la cabeza. Mi pañuelo húmedo anudado no me ha protegido lo suficiente de este sol que cae a plomo.
La sed aumenta. No hablamos. Caminamos soñando con un pozo. Mi cabeza explota. Estoy al borde de las fuerzas. La lengua me duele, la garganta me arde. Me derrumbo sobre una piedra y me pongo a llorar. Edouard trata de darme ánimos. A lo lejos aparecen tejados de casas. ¿Estarán habitadas?
Casi le salto al cuello a esta anciana que echa el cubo en un pozo de piedra. El agua me resbala por la boca, la garganta, todo el cuerpo. Bebo dos litros de una vez. Ávidamente. Continuamos otra hora pero el aplacante frescor del agua dura poco. No me siento muy bien. Otra aldea serbia desierta. Por suerte, hay una casa habitada, en medio de ruinas. Dos mujeres y un hombre. Vienen del pueblo cercano. « ¿Tendrían un pequeño refugio para dormir?» Dudan por largo tiempo... «No, no, no se ve».
Hacemos ademán de partir más lejos. Pero la noche cae. No puedo más. Mi cabeza está como en una tenaza. Me derrumbo sobre una piedra ante una casa en ruinas. Las lágrimas corren por mis mejillas y vomito de una vez los dos litros de agua bebidos. Dolores de cabeza, vómitos, frío y calor. Tengo todos los síntomas de la deshidratación. Estamos a kilómetros de una aldea habitada, y todavía a más de un pueblo. Nos giramos hacia estas personas que nos han rechazado.
« ¿Podemos dormir aquí, en la casa abandonada al lado de la suya?», pregunta Edouard, con la secreta esperanza de que nos inviten a su casa. «Sí, pero cuidado, es peligroso. No entren dentro. Quédense fuera». Me derrumbo delante de ellos, temblando, en mi alfombrilla.
Tengo una insolación. No sé bien lo que me pasa. Edouard a mi lado está inquieto. Me vigila y me fuerza a beber con regularidad, despertándome a lo largo de toda la noche. ¿Y si esto se agrava? ¿Qué hacer en este país desierto? ¿Sin teléfono? ¿Sin dinero? ¿A casi cien kilómetros del primer hospital? A nuestro lado, se oyen las risas, los ruidos de cubiertos que llegan de la única casa habitada de la aldea. Mi corazón está triste. En esta landa desierta, ¡tres personas no han entendido la sed que tenemos de su humanidad!
Somos pobres. Ninguna moneda es capaz de comprar lo que reconforta una acogida generosa. El cielo está cubierto. No hay estrellas. Tengo sed de un corazón de carne. El suyo está seco. Esta noche, dormimos al lado de su puerta, sobre las piedras y las ruinas de una casa bombardeada. Mi corazón está deshidratado por la indiferencia. Es triste una noche a la intemperie cuando no hay estrellas.■■■■■
Crónica de Mathilde y Edouard Cortés
ZENIT.org
sábado, 1 de marzo de 2008
La Mujer nueva
"Yo hago nuevas todas las cosas", recordé hace poco estas palabras de una escena de La Pasión del Señor. Es ese momento en que Cristo cargando con la Cruz le dice a su Madre esa frase, o semejante. Se estaba haciendo realidad la Redención.
Estamos en Cuaresma, ya cercanos a volver a vivir la Semana Santa, el Triduo Pascual. La Muerte de Cristo en la Cruz "nos hace nuevos", nos renueva, nos saca de nuestra postración, y nos da la Vida.
He comprobado en algunas personas como esto es así, y cómo el Perdón y la Reconciliación hace nueva a una alma.
Pienso que tenemos que saber perder el miedo a ese Perdón. Es el camino para que se pueda realizar de verdad la novedad en nuestras vidas.
Un saludo.