Estos días no para de llover. Sales de casa con el paraguas preparado porque amenaza lluvia continuamente. Llevamos así ¡dos meses! Cada mañana cuando me asomo a la ventana al despertarme y miro al cielo, intento ver si hay algún resquicio entre las nubes, pero lo único que veo, mientras el sol nace perezoso, son las inquietantes y permanentes nubes que no quieren irse. Y lo que me viene a la cabeza es otra vez una queja ¿¡Cuándo veremos el sol!?
Realmente dependemos tanto del tiempo que hasta el buen humor o el malo es resultado de la lluvia o del sol. Me pregunto si para amar hace falta que haga sol o que llueva, si la alegría la descubrimos en una cielo azul o en unas nubes negras, si el ambiente que me rodea será mejor o peor cuando utilizo el paraguas o voy en mangas de camisa.
Lo que sí que sé es que mi buen humor, mi alegría –independientemente de llueva o haga sol- hace mejorar el ambiente en el que vivo, que cuando pasamos días sin ganas de hablar y sin esforzarnos por hacerlo, -o como esos niños que aguantando la respiración dicen enfadados: ¡pues ahora no respiro!, para que les hagan caso-, llamamos la atención, entonces sí que convierto lo que me rodea no ya en un día triste de lluvia, sino en un pequeño purgatorio donde lo único que consigo es hacer infelices a los demás. Como alguien dijo hacen falta tener al lado caras alegres. Ya ves, lo que verdaderamente importa no es que llueva a que haga sol, sino que sepa amar con todo mi corazón.
De todas formas, espero que mañana haga sol. Un saludo
2 comentarios:
Es cierto, hay gente al lado de la cual la vida no sólo tiene sol, sino que parece que siempre es DE COLORES y es UNA GOZADA.
Gracias anonimo. Lo de ver la vida de colores me encanta, sobre todo porque tenemos que ser siempre optimistas..., ya sabes nunca pasa nada.
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