viernes, 27 de junio de 2008

La Cenicienta


Siempre me ha gustado la historia de La Cenicienta. Es la representación de quien parece “condenado” a fracasar, y finalmente sale de su ruina por un milagro, el triunfo de los pequeños, de los que no pueden nada.

Al mismo tiempo, me parece que el éxito no es consecuencia de un “golpe de suerte”, como si la vida fuera simplemente de jugar a la lotería y esperar que llegue el día que nos toque. Pienso que hay que vivir cada día con todas sus consecuencias, exprimiendo cada minuto en saber hacer el bien, o como decía San Josemaría: “dando a cada segundo vibración de eternidad”.

He pasado unos días estupendos en Valencia y en Villagarcía de Arousa junto a un buen grupo de amigos todos ellos sacerdotes, como yo.

La verdad es que he descansado, y una vez más me he confirmado en la idea de que vale la pena haber respondido con un sí a la vocación.

He estado con sacerdotes de muy distintas edades, desde los 30 años como Sergio y Yago (de Castellón) y Alberto -“Panchito” para los amigos- (de Vigo), hasta los 80 como D. Aurelio (en Valencia), o D. Antonio (de Lugo). En todos ellos he visto alegría y seguridad en su camino, con muchos o pocos años de sacerdocio.

Te aseguro que en todos nosotros la vida no se desarrolla como si nos despertáramos de un sueño, y volviéramos a una vida real triste y aburrida, como cenicientas que se encuentran con la varita mágica que les cambia su vida sin buscarlo, pero que no viven en la realidad.

La vida de todos nosotros no es un pasar sin pena ni gloria, esperando que inesperadamente venga un “príncipe azul” que nos descubra que nos ha tocado la lotería. Me parece que sería un enorme error pensar y vivir así.

La verdadera felicidad de un sacerdote se encuentra en la realidad de la misma vida que día a día, vive. Lo nuestro es una llamada divina, y una respuesta generosa a esa voz de Dios, que se forja día a día en el sí cotidiano por encima de rutinas y aburrimientos, en el sí del alma enamorada: esa es la vida de un sacerdote. Así es, te lo aseguro, aunque algunos te cuenten otra cosa. Un saludo


jueves, 26 de junio de 2008

Cuando calienta el Sol


Ya hemos alcanzado el 21 de junio, que según los expertos comienza el verano. No se si el tiempo nos dice lo mismo, pero en verano estamos.
Siempre me acuerdo de las canciones de verano…, las que se cantaban más o sonaban más en ese tiempo: “cuando calienta el sol”, “Eva Maria se fue”, “Maria Isabel”, “Aquí no hay playa”, “Opá, yo viazé un corrá”, etc. Es como si despertáramos del letargo del invierno, y la gente saliese de sus “cuevas” para lanzarse a la calle, a las playas –que llenamos-, a las piscinas, al monte, etc., al margen de lo que hemos vivido hasta ese momento.
Por otra parte, basta salir a la calle para comprobar como combatimos el calor: arrimándonos a las sombras, degustando helados, pasando el día en la playa, o en las piscinas, accionando el aire acondicionado en casas y coches, etc., y también quitándonos toda la ropa que podemos, porque molesta.
Me sorprende, pero parece que esta ultima es la mejor manera, al margen de eso de lo que hablaban nuestras abuelas, pero que sigue en pie, y que ¿te acuerdas?, llamábamos, pudor.

Hace poco leía en un artículo escrito por Blanca Castilla las siguientes ideas:

Pienso que el pudor es como la salvaguarda de la intimidad, la prueba de que la persona tiene intimidad y no una existencia meramente pública. El pudor acompaña siempre a la persona y su desaparición comporta una disminución de la personalidad. La clave del pudor es que el hombre es un ser personal; se pierde el pudor porque se debilita el sentido de ser persona o por un ambiente que fomenta la despersonalización y la masificación.

Cuando se habla de pudor, aunque salvaguarda todos los aspectos de la intimidad, se suele entender generalmente pudor sexual, que es quizá su sentido más característico o el más atacado. Se trata de una actitud de disimular u ocultar los órganos que determinan el sexo, sobre todo, frente al otro sexo. El pudor del cuerpo se manifiesta cubriendo la desnudez. El modo de cubrirlo obedece a criterios culturales. A veces el vestido puede ponerlos más en evidencia. Lo común a todas las culturas es la tendencia a ocultar los valores sexuales, en la medida en que constituyen en la conciencia un “objeto de placer”.

El pudor es la necesidad de impedir que el otro reaccione ante el cuerpo de una manera incompatible con el valor de la persona. Dicho con otras palabras el pudor es la salvaguarda de la intimidad. La intimidad es una característica del hombre como ser personal. Es más, la intimidad en último término es la persona misma. Ser persona, desde el punto de vista filosófico, consiste, a diferencia de las demás realidades del cosmos, en tener el propio acto de ser en propiedad. Por eso se ha podido describir a la persona como «alguien delante de Dios y para siempre».

La persona está constituida por un núcleo interior del cual nacen sus acciones, del cual ella es propietaria, y nadie más (excepto Dios) tiene derecho de propiedad sobre ella. La persona es dueña de sí, tiene derecho a la autodeterminación, y nadie puede poseerla a menos que se entregue. Ahí radica su dignidad.

Presentarse como personas. Tener en cuenta la psicología del sexo contrario para guardar lo que el otro puede deformar. Presentarse como imagen de Dios y dejar que ella brille en nosotros, agradando y elevando conjuntamente.

Se puede y se debe atraer sin despertar los “instintos” de los demás, que les dificultan reaccionar como personas ante las personas.

Ojala sepamos ver a los demás con los ojos limpios de quien descubre detrás de la elegancia, la belleza de Dios en nosotros, el reflejo de Quien nos ha creado.

Perdona que me haya alargado en este artículo, pero me interesaba reflexionar contigo acerca de este tema. Un saludo

lunes, 23 de junio de 2008

San Iker Casillas

Seguramente también tu estabas delante del televisor y te emocionaste viendo volar a "San Iker" que paraba los penaltis a Di Rossi y a Di Natale, pero no se si oíste los comentarios de la SER-donde también en esas ocasiones rezan-, porque uno de acuerda de Santa Bárbara cuando truena.
Te dejo un enlace para que lo oigas y disfrutes. ¿Estaremos volviendo a la España de siempre?, o ¿es que quedan todavía esas esencias de siempre y nos acordarmos del Padrenuestro cuando realmente lo necesitamos?
Hay que reconocer que son los mejores en esto de retransmitir partidos de fútbol, nos guste el balompié o no, nos guste la SER o no. Un saludo.

sábado, 21 de junio de 2008

¡Alzad la mirada!


¡Alzad la mirada!
Verdaderamente es importante que alcemos la vista para ver más allá de lo que nuestros pobres ojos pueden descubrir. Vivimos tan a ras de tierra que no es sencillo darnos cuenta de muchas de las cosas que pasan a nuestro alrededor, más todavía: nos miramos tanto a nosotros mismos que nos parece que somos el centro del Universo, o como vulgarmente se dice, el ombligo del mundo.
Fácilmente se nos pasan cosas que ni percibimos, tantos detalles que parecen pequeños y son importantes, y que están en la gente con la que nos cruzamos, en tantas miradas de personas que desconocemos, pero que están pidiendo a gritos que les miremos, que no pasemos de ellas, que necesitan, al menos la luz de nuestra mirada llena de comprensión.
Fue hace unos días, cuando me encontré por la calle con un chico de apariencia joven, pero con esa cara característica de quien tiene un claro retraso mental.
Me sorprendió porque iba mirando a la gente, hablando con quien se cruzaba (ignoro si los conocía o no), no como va un loco, sino como quien tiene algo que decir, algo que trasmitir (supongo que su inmensa alegría). Con quien se cruzaba tenía un detalle, le dirigía unas palabras: ¡ya podemos pasar, el semáforo está verde!; ¿es suyo este niño?, ¡son iguales!; ¡qué perro tan bonito tiene!, ¿me deja acariciarlo!?
Me acordé de aquellas palabras dirigidas a quien iba pasando haciendo el bien, derramando alegría, paz.
¡Qué sencillo es dar lo que uno tiene y hasta lo que no tiene, cuando hay esa disposición interior de mirar a los demás! Seguramente habría menos tensión y más paz entre nosotros, si fuéramos más conscientes del bien que podemos hacer con una mirada de Amor, y una sonrisa de compresión. ¡Alzad la mirada!
Un saludo.

viernes, 20 de junio de 2008

Saturado de Fútbol


Estoy saturado de fútbol.

Da la impresión de que no hay otra cosa en la tele y en Internet que ver si nos “vengamos” del codazo de Tassoti a Luís Enrique hace ya 14 años, o si, como es ya costumbre, volvemos a caer en Cuartos de final por enésima vez. Ignoro qué pasará el domingo, pero ya me imagino lo que los periódicos dirán al día siguiente: “pudimos ganar, merecimos empatar y acabamos perdiendo”, ó “jugando así, no ganamos ni a las canicas”, ó “Porca miseria!”, etc.

Sea lo que sea, que nos dejen ya en paz con tanto fútbol en la Sexta, la Cuatro o la TVE… ¿Será que no tenemos otros temas en los que pensar?, o ¿qué no somos conscientes que hay otros asuntos que realmente nos importan?

Quizás sea un modo de vivir, o afrontar la vida. Pero te aseguro que por ahí no vamos a ninguna parte.

Estaba en este pensamiento, cuando llamé a un matrimonio amigo, al que quiero con toda el alma, y hablamos un buen rato sobre los últimos acontecimientos de la familia. Fue una conversación amabilísima de la que salí realmente confortado (siempre me pasa cuando hablo con ellos) ¡¡¡¡y no hablamos de fútbol!!!!

Al final de la conversación les pedí un favor para otros amigos a los que ellos no conocen que me costaba decirles, pues sabía con certeza que les podía comprometer. La respuesta me dejó conmovido: “no tienes que darnos más explicaciones, pues tus amigos son nuestros amigos”. Pensé en lo impresionante que es una amistad como ésta -a pesar del paso de los años y de que apenas nos vemos-. Es algo que permanece, se guarda en el corazón y conmueve. Doy gracias a Dios por tener amigos así: que no te hablan de fútbol y que jamás te fallan.

Un saludo.

sábado, 7 de junio de 2008

La raya del pantalón

Puede parecer una tontería, pero te lo cuento.
Llegaba a casa hace unos días, serían las 9 de la noche. Delante de mi andaba un señor de mediana edad, y nada me hacía fijarme en él, salvo esa mirada que uno tiene cuando llega el final de la jornada y el cansancio te hace mirar y realmente no mirar, fruto dela horas de trabajo.
De pronto me fije en un detalle: llevaba la raya del pantalón -por la parte de atrás- perfectamente planchada, y supongo que lo mismo sucedía por delante. Enseguida pensé: "este hombre tiene mujer, y se nota que le quiere".
Como te decía antes, parece una tontería, pero a mí me hizo pensar y recordé a mi madre planchando los pantalones de mi padre para ir a trabajar, y en tantos detalles que -sin ser relevantes- son parte de la vida de una familia.
Me refiero a esos sonidos tan familiares que pasan desapercibidos pero que son parte del hogar: batir un huevo en la cocina para hacer una tortilla, el sonido del microondas que señala que la leche está caliente, el despertador que señala el comienzo del día, los lloros del recién nacido a medianoche que pide la leche de su madre, el ruido de la lavadora que realiza la enésima colada del día, la pequeña discusión entre hermanas por la camisa que quieren ponerse la dos, o entre hermano y hermana por un lugar en la sala de estar, incluso el villancico mal cantado que suena la noche de Navidad, y un largo etcétera que tu mismo puedes describir.
¿Sabes? Son sonidos a los que no damos importancia, ruidos y voces repetitivas a las que estamos acostumbrados, pero que nos están diciendo: "éste es tu hogar, ama a los tuyos, agradece a Dios que tienes familia, padre, madre, hermanos, y que os ha bendecido con esa unión tan hermosa".
Sólo un consejo, cuida esa familia que es realmente lo que vale la pena.
Un saludo

martes, 3 de junio de 2008

Para quitarse el sombrero

Estaré unos días fuera, pero el blog sigue vivo mientras yo lo esté, que espero sean muchos años.

Tenía un especial interés en esta nueva entrada, pues quería trasmitiros que mis alumnas de 2º de BAC del cole (Montespiño) han salido airosas, y más que airosas de su final de curso..., todas han subido la nota media. Ahora están superconcentradas en la selectividad, y están –como ellas dicen- supercontentas de lo que han vivido; y no es que haya sido sencillo porque siempre hay pequeñas diferencias, roces y malentendidos en cualquier colectivo, pero ellas lo han sabido llevar con verdadero señorío y muchas veces con caridad. Gracias, de verdad a todas.

Estas palabras son sólo de agradecimiento por todo lo que me han enseñado este año, y por los buenos ratos pasados en algunas de las clases en las que estuve con ellas. Se que las echaré de menos, y que van a triunfar allá donde vayan. La verdad es que tantos años en el cole les han ido haciendo unas verdaderas mujeres, han madurado poco a poco y han aprendido en libertad lo que es amar y ser amadas, lo que es el servicio, lo que es darse a los demás sin esperar la correspondencia, (y un largo etcétera, que no describo), porque así es la enseñanza que han recibido en Montespiño, y el espíritu que se vive con ese ideario de Fomento de Centros de Enseñanza.

Y es que después de 12 años de colegio, después de tantas horas dedicadas a ellas, de tantas conversaciones de tu a tu, de tantas lágrimas consoladas, horas compartidas, etc., realmente lo único que se puede decir es gracias (ellas son testigos y protagonistas de que es así).

Especialmente gracias a quienes las han formado en el colegio. A veces no lo valoramos, pero es para deshacerse en elogios ante quienes calladamente han dejado horas de sueño y de descanso, no han parado de trabajar y formarse para que ellas pudieran acabar en el colegio como lo han hecho. No se trata de alabar por alabar, sino de decir la verdad que en ocasiones se olvida, ya que el trabajo de la enseñanza es frecuentemente poco reconocido y valorado, y merece la pena decir que es –lo digo con todas las palabras-, como para “quitarse el sombrero”.

Mañana me despido de ellas. No las cito aquí pues seguro que se me queda algún nombre en el tintero, pero que sepan que no me olvido de cada una de ellas. Gracias y espero no dejar de verlas.

Un saludo.