jueves, 26 de junio de 2008

Cuando calienta el Sol


Ya hemos alcanzado el 21 de junio, que según los expertos comienza el verano. No se si el tiempo nos dice lo mismo, pero en verano estamos.
Siempre me acuerdo de las canciones de verano…, las que se cantaban más o sonaban más en ese tiempo: “cuando calienta el sol”, “Eva Maria se fue”, “Maria Isabel”, “Aquí no hay playa”, “Opá, yo viazé un corrá”, etc. Es como si despertáramos del letargo del invierno, y la gente saliese de sus “cuevas” para lanzarse a la calle, a las playas –que llenamos-, a las piscinas, al monte, etc., al margen de lo que hemos vivido hasta ese momento.
Por otra parte, basta salir a la calle para comprobar como combatimos el calor: arrimándonos a las sombras, degustando helados, pasando el día en la playa, o en las piscinas, accionando el aire acondicionado en casas y coches, etc., y también quitándonos toda la ropa que podemos, porque molesta.
Me sorprende, pero parece que esta ultima es la mejor manera, al margen de eso de lo que hablaban nuestras abuelas, pero que sigue en pie, y que ¿te acuerdas?, llamábamos, pudor.

Hace poco leía en un artículo escrito por Blanca Castilla las siguientes ideas:

Pienso que el pudor es como la salvaguarda de la intimidad, la prueba de que la persona tiene intimidad y no una existencia meramente pública. El pudor acompaña siempre a la persona y su desaparición comporta una disminución de la personalidad. La clave del pudor es que el hombre es un ser personal; se pierde el pudor porque se debilita el sentido de ser persona o por un ambiente que fomenta la despersonalización y la masificación.

Cuando se habla de pudor, aunque salvaguarda todos los aspectos de la intimidad, se suele entender generalmente pudor sexual, que es quizá su sentido más característico o el más atacado. Se trata de una actitud de disimular u ocultar los órganos que determinan el sexo, sobre todo, frente al otro sexo. El pudor del cuerpo se manifiesta cubriendo la desnudez. El modo de cubrirlo obedece a criterios culturales. A veces el vestido puede ponerlos más en evidencia. Lo común a todas las culturas es la tendencia a ocultar los valores sexuales, en la medida en que constituyen en la conciencia un “objeto de placer”.

El pudor es la necesidad de impedir que el otro reaccione ante el cuerpo de una manera incompatible con el valor de la persona. Dicho con otras palabras el pudor es la salvaguarda de la intimidad. La intimidad es una característica del hombre como ser personal. Es más, la intimidad en último término es la persona misma. Ser persona, desde el punto de vista filosófico, consiste, a diferencia de las demás realidades del cosmos, en tener el propio acto de ser en propiedad. Por eso se ha podido describir a la persona como «alguien delante de Dios y para siempre».

La persona está constituida por un núcleo interior del cual nacen sus acciones, del cual ella es propietaria, y nadie más (excepto Dios) tiene derecho de propiedad sobre ella. La persona es dueña de sí, tiene derecho a la autodeterminación, y nadie puede poseerla a menos que se entregue. Ahí radica su dignidad.

Presentarse como personas. Tener en cuenta la psicología del sexo contrario para guardar lo que el otro puede deformar. Presentarse como imagen de Dios y dejar que ella brille en nosotros, agradando y elevando conjuntamente.

Se puede y se debe atraer sin despertar los “instintos” de los demás, que les dificultan reaccionar como personas ante las personas.

Ojala sepamos ver a los demás con los ojos limpios de quien descubre detrás de la elegancia, la belleza de Dios en nosotros, el reflejo de Quien nos ha creado.

Perdona que me haya alargado en este artículo, pero me interesaba reflexionar contigo acerca de este tema. Un saludo

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias Luisa. Ojala sepamos valorar la verdadera belleza interior de cada persona, que se manifiesta especialmente, en el don de uno mismo. Un saludo