viernes, 24 de noviembre de 2006
A mi me impresionó
A mí me impresionó ver esta imagen que casi parece tomada desde un avión. Me imaginé volando, pero en realidad está tomada en la subida a una cima. Me la envió un amigo. Pensé en las "alturas" no las que dan vértigos, sino en esas otras alturas desde las que se llega más facilmente a EL, desde la que se divisa mejor lo que los ojos humanos no pueden atisvar. Te animo a que vayas por esos senderos, que son de luz y de amor, en especial porque iluminan al alma y la transforman hasta hacerla capaz de Amar "con mayúscula".
Quizás recuerdes estas palabras que nos dijo el Papa hace unos meses; me trajeron a la memoria el "NO TENGAIS MIEDO A SER SANTOS" que Juan Pablo II no gritó en El Monte del Gozo en 1989, allí estuve presente, y desde ese momento no he dejado de oírlas. Ojalá te pase lo mismo.
"¿Acaso no tenemos todos de algún modo miedo –si dejamos entrar a Cristo totalmente dentro de nosotros, si nos abrimos totalmente a él–, miedo de que él pueda quitarnos algo de nuestra vida? ¿Acaso no tenemos miedo de renunciar a algo grande, único, que hace la vida más bella? ¿No corremos el riesgo de encontrarnos luego en la angustia y vernos privados de la libertad? Y todavía el Papa quería decir: ¡no! quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera."
jueves, 23 de noviembre de 2006
Para que lo pienses
En la audiencia que ayer tuvo el Papa Benedicto XVI bajo una verdadera tormenta de agua que la gente soportó con paciencia, dijo a los jóvenes allí presentes, y a todos los demás: «Queridos jóvenes, poned a Jesús en el centro de vuestra vida, y recibiréis de Él luz y valentía en toda decisión cotidiana».
«Que Cristo, que hizo de la Cruz su trono regio», dijo después dirigiéndose a los enfermos, algunos de ellos presentes en sillas de ruedas, «os ayude a comprender el valor redentor del sufrimiento vivido en unión con Él».
Ojalá que estre breve pero sustancioso comentario pueda servirte de punto de consideración para estos días.
martes, 21 de noviembre de 2006
Decir la verdad
Decir la verdad supone tener un corazón noble, como el agua limpia, cristalina, que mana de la fuente. Hoy lo que vemos en nuestra sociedad -por desgracia- es mentira y falta de nobleza, corazones sucios y poco claros, faltos de claridad y transparencia. Para la próxima fiesta de Cristo Rey pido que todos tengamos un corazón así: noble, capaz de decir siempre la verdad, de amar siempre lo verdadero, que no ande con medias mentiras, o medias verdades, que no fomente el amor propio como única medida de todas la cosas.
lunes, 20 de noviembre de 2006
Los Borgia
Los verdaderos Borgia
Santiago Correa
(Sacerdote. Profesor de Historia de la Iglesia de la diócesis de Málaga)
en “Diócesis” (Málaga), 477 (19.XI.2006), p. 7.
www.diocesismalaga.es
En estas últimas semanas se proyecta en nuestras salas de cine la película "Los Borgia". El guión responde más a lo escabroso que a lo real. Una película o una novela histórica no son un libro de historia, pues las novelas y películas de este género se escriben y se filman para entretener. Pero no se puede tergiversar la verdad, y menos en nombre de la historia, que debe ser lo más objetiva posible.
El humanismo renacentista sostenía un principio, hoy inadmisible, y es el de que "todo lo bello, es bueno". Así lo sentían todos: príncipes, nobles, eclesiásticos, pueblo en general. Fiestas, bailes, teatros y diversiones se justificaban por su belleza y esplendor. Nadie las censuraba por muy sensuales que fueran. Aquella sociedad que recordaba el esplendor de la Roma antigua, estaba retornando el paganismo.
ALEJANDRO VI
Y en este ambiente, hay que situar el Pontificado del Renacimiento, que oscilaba entre un deseo de reforma y una añoranza de la Roma Imperial. Eran Papas cultos, brillantes, distinguidos, buenos políticos y administradores, amantes del arte y de las letras, verdaderos mecenas. Entre ellos figura la personalidad de Alejandro VI, Borgia. De este Papa se ha escrito mucho y sobre él se ha construido una auténtica leyenda negra. La historiografía italiana se ha cebado centra él, por ser un Papa no italiano. Pocos años después, en Roma, se criticó al intachable Adriano VI, a quien los romanos consideraban como un bárbaro, por ser holandés.
En la película aparecen muchos errores inadmisibles respecto a Alejandro VI y su familia. La elección de este Papa no fue simoníaca. No murió envenenado, sino de malaria. No le sucedió Julio II, sino Pío III. No mantuvo relaciones sexuales ni con su hija Lucrecia, ni con Julia Farnese y menos aún siendo Papa.
Actualmente, muchos historiadores de la Iglesia lo recuerdan como el Papa que impulsó las misiones en América, que convocó el año santo de 1500, que logró detener el avance turco, que evitó la disgregación de los Estados Pontificios, que impulsó la reforma de muchas órdenes religiosas, que amparó a los monasterios de los Países Bajos contra los nobles que los oprimían, que fomentó él culto a la Virgen María, de la que era muy devoto, que dignificó la liturgia, que fundó numerosos hospicios y hospitales, que protegió el arte (salas Borgia) y las letras (Universidad romana de la Sapienza). Curiosamente este Pontífice está relacionado con Málaga, cuya diócesis fue erigida como sufragánea de Granada (11 de abril, 1493) delimitando su territorio contra los pretendidos derechos de Sevilla y Cádiz sobre Marbella y otros territorios que fueron concedidos a Málaga (Reg. Vat 687, fols.48v-49v).
En resumen, el Pontificado del Papa Borgia fue célebre no sólo por las guerras, intrigas y fiestas, sino por obras estrictamente religiosas. A un amante de la historia deben interesar más las realizaciones de la persona pública que las vicisitudes de la persona privada y debe comprender que nuestra sociedad actual es muy distinta a la de otras épocas y no por ello es necesariamente mejor.
La película "Los Borgia" ofrece al espectador un conjunto de escenas tenidas de traiciones, de crímenes, de depravación sexual, que se acercan más a la fantasía del Romanticismo ("Lucrecia Borgia" de Víctor Hugo), que a la realidad histórica. Con “Los Borgia'' se pretende halagar esa corriente de anticlericalismo y anticatolicismo tan en boga en nuestra España actual y, sobre todo, alimentar esa atmósfera de morbo, violencia y sexo en la que vivimos hoy.
José María Santana
Guadalupe
sábado, 18 de noviembre de 2006
Dejarse guiar
Seguramente puede ayudar este comentario que hace un amigo mio y que me acaba de enviar. Por este sendero es más sencillo que podamos andar con más alegría y ánimo.
Podemos ser una bella sinfonía
Dejemos que toque el Artista
José Martínez Colín
1) Para pensar
Un organista de la iglesia estaba practicando una pieza de Felix Mendelssohn y
no estaba tocando muy bien. Frustrado, recogió su música y se dispuso a irse.
No había notado a un extraño que se había sentado en un banco de atrás.
Cuando el organista se dio la vuelta para irse, el extraño se le acercó y le
preguntó si él podía tocar la pieza. El organista respondió bruscamente: "Nunca
dejo que nadie toque este órgano." Finalmente, después de dos peticiones amables
más, el músico gruñón le dio permiso con renuencia. El extraño se sentó y llenó
el santuario de una hermosa e impecable música.
Cuando terminó, el organista preguntó: "¿Quién es usted?" El hombre contestó:
"Yo soy Félix Mendelssohn." El organista sorprendido le pidió disculpas llenó
de vergüenza al gran artista. Por poco el organista impide al creador tocara su
propia música.
Hemos de dejar que el verdadero artista haga una hermosa melodía con nuestras
vidas. Y para ello hemos de dejar que entre el Señor en nuestras vidas. El
encuentro con Cristo cambia la vida, también hoy, aseguró el Papa Benedicto XVI
en su reciente audiencia general del 8 de noviembre ante más de 15,000
asistentes, en que recordó la figura del apóstol Pablo.
2) Para pensar
Somos "creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano" (Efesios 2:10). Pero nuestras vidas no producirán una música hermosa
a menos que le dejemos obrar en nosotros. Dios tiene una sinfonía escrita para
nuestras vidas. Dejémosle que haga su voluntad en nosotros.
El Papa ha señalado "la centralidad de Jesucristo" como el aspecto más
destacado de la vida cristiana del "decimotercer apóstol", Saulo de Tarso.
Recordando el encuentro de Pablo con Cristo, constató cómo aquel momento
"revolucionó literalmente su vida". "Cristo se convirtió en su razón de ser y
en el motivo profundo de todo su trabajo apostólico". Fue ese encuentro con
Jesús que decidió el apóstol a partir de entonces ser un buen instrumento en
las manos de Dios.
En la medida en que dejemos obrar al Señor en nosotros, seremos mejores
personas. Pensemos qué tan buenos instrumentos hemos sido hasta ahora y si
nuestras obras son según el querer de Jesús.
3) Para vivir
El Papa señaló que la historia de San Pablo, nacido en la actual Turquía
permite comprender "cómo Jesucristo puede influir en la vida de una persona y,
por tanto, también en nuestra misma vida". "En realidad -recalcó-, Jesucristo
es el ápice de la historia de la salvación y por tanto el verdadero punto
discriminante en el diálogo con las demás religiones". "¿Cómo tiene lugar el
encuentro de un ser humano con Cristo? La "identidad cristiana", dijo el Papa,
se compone de dos elementos: no buscarse a sí mismo, sino revestirse de Cristo
y entregarse con Cristo.
"Por otra parte -añadió-, nuestra radical pertenencia a Cristo y el hecho de
que "estamos en Él" tiene que infundirnos una actitud de total confianza y de
inmensa alegría". En definitiva, propuso, "tenemos que exclamar con san Pablo:
"Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros?"".
José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero en Computación por la UNAM y Doctor
en Filosofía por la Universidad de Navarra
martes, 14 de noviembre de 2006
Sidney 2008 ¡Tan pronto!
Para ello, perdona qu sea largo, lee lo que te dejo..., vale la pena. En 4 Vientos lo oimos y lo vivimos, aquello si que valió la pena. Un saludo
Seminarista
¡Santo Padre!
Me llamo Enrique, tengo veintisiete años y soy diácono de la diócesis de Madrid. Dentro de ocho días, si Dios quiere, con otros catorce compañeros seré ordenado sacerdote. ¡Sacerdote de Jesucristo! En este momento crucial de mi vida, al contemplar hasta dónde ha llegado el amor de Dios por mí... sólo puedo adorarlo y darle gracias por el don de la vocación, que no ha sido otra cosa sino la historia de un amor que ha cambiado mi vida, que ha roto el estrecho marco de mi puerta, que ha ensanchado mi corazón..., que me ha abierto a un horizonte de plenitud.
Como muchos jóvenes que en esta tarde han venido a encontrarse con Vuestra Santidad, conocí a Dios desde niño en mi familia, en mi parroquia, mis catequistas, mi grupo de amigos. Como muchos otros, entré en la universidad, salía con una chica y era un joven normal. Pero poco a poco, mi amistad con Cristo lo fue inundando todo, pedía más. Y yo reconocía que era más feliz cuando no me reservaba nada. La oración,
Santo Padre: recuerdo qué profunda impresión me causaron sus palabras cuando en junio del noventa y tres, nos dijo a los jóvenes reunidos en Madrid: “¡No tengáis miedo! ¡No tengáis miedo a ser santos!”. En ese mismo lugar, el Papa que había visto siendo niño animando a los jóvenes a “abrir las puertas a Cristo”... me hablaba a mí. Hablaba a todos, pero me lo decía a mí: “¡Enrique! ¡Ábrele a Cristo el corazón de par en par! ¡No tengas miedo!” Y en su voz y en su mirada reconocía la voz y la mirada amorosa de Jesucristo, que desde su Cruz tiene sus ojos puestos en los míos... Desde entonces, no he cesado de buscar esa mirada...
París, Roma,... La última cita, el verano pasado en Toronto, donde esa mirada nos prometía “la misma alegría de Jesús”. Hay que dar la vida. Sabemos que nuestro mundo está herido por el odio, el pecado y la muerte... y que muchos no han recibido
Santo Padre, en nombre de todos y, muy especialmente de los que seremos ordenados el próximo domingo, ¡gracias por su palabra, su testimonio sacerdotal y su vida entregada, que tanto ha significado en nuestro camino vocacional! Le ruego que nos encomiende al Señor para que seamos santos sacerdotes. Y que su palabra y su mirada alcancen el corazón de muchos jóvenes para que también ellos respondan sí a Jesucristo con la entrega sacerdotal de sus vidas, que nosotros nos disponemos a comenzar. Enrique González Torres (Seminario Conciliar de Madrid)
Monja contemplativa
Santo Padre:
Soy una monja de Belén y de
En ellos he descubierto que era pequeña, débil, ni por asomo mejor que los demás, pero he descubierto también que el Señor me ha elegido para vivir en la tierra lo que todos vivirán en el cielo. El Señor me ha cubierto con su mano y me ha llevado al desierto para vivir un proceso o viaje interior al corazón. Día tras día, el Señor me va despojando de las muchas capas que recubren mi verdadera identidad, mi yo profundo, mi ser de gracia.
Es un trabajo interior que a veces se presenta como un combate, para renunciar a todo lo falso que me habita y a las seducciones del mundo. Recibo la llamada a vivir un nuevo y radical nacimiento de lo alto, un nacimiento del Espíritu. En esta esperanza, cada día, cada minuto, muero con Cristo y resucito con Él.
En lo más secreto de mi celda, y más aún, en lo más profundo de mi corazón, tienen cabida todos los hombres y mujeres del mundo, mis hermanos. Viviendo en el silencio y la soledad con Dios, siento aún más, si cabe, que no puedo disociar el Amor a Dios del amor a cada persona humana. Por eso sé con toda la certeza de la fe que estoy participando en
Muchas gracias, Santo Padre, por su testimonio de amor a Jesucristo y de entrega incondicional a
Hermana de
Soy
Antes de ingresar en el Instituto, era una joven normal: me gustaba la música, las cosas bellas, el arte, la amistad, la aventura,... Había soñado muchas veces con mi futuro. Pero un día vi por la calle a dos Hermanas que me llamaron la atención: por su recogimiento, su paso ligero y la paz de su semblante. Eran jóvenes como yo. Me sentí vacía y en mi interior oí una voz que me decía: ¿qué haces con tu vida? Quise justificarme: estudio, saco buenas notas, tengo muchos amigos,.. Me quedé mirándolas hasta que desaparecieron de mi vista mientras yo me preguntaba: ¿quiénes son? ¿a dónde van?.
Como Nicodemo, invité a Jesús en la noche de mi inquieto corazón y en la oración entré en diálogo con Él. Con Él sentí la llamada de tantos hermanos que me pedían mi tiempo, mi juventud, el amor que había recibido del Señor. Y busqué, y me encontré con la mujer que estaba más cerca del misterio de
Y aquí estoy, Santidad. Consciente de lo que he dejado. He dejado todo lo que los jóvenes que están con nosotros en esta tarde poseen: la libertad, el dinero, un futuro tal vez brillante, el amor humano, quizá unos hijos... Todo lo he dejado por Jesucristo que cautivó mi corazón, para hacer presente el amor de Dios a los más débiles en mi pobre naturaleza de barro.
Tengo que confesarle, Santidad, que soy muy feliz y que no me cambio por nada ni por nadie. Vivo en la confianza de que quien me llamó a ser testigo, me acompaña con su gracia. Gracias, Santo Padre, por su vida entregada sin reservas como testigo fiel del Evangelio, por fortalecer nuestra fe, avivar nuestra esperanza y abrir nuestro corazón al amor ardiente del que sabe perder su vida para que los demás la ganen. Gracias, Santo Padre, por su vida, que a muchos de nosotros nos ha marcado. Gracias por venir a decirnos a los jóvenes de España que el mundo necesita testigos vivos del Evangelio y que cada uno nosotros podemos ser uno de esos valientes que se arriesguen a construir la nueva civilización del amor, porque lo que nosotros no hagamos por los pobres, contemplando en ellos el rostro de Cristo, se quedará sin hacer. Gracias de nuevo, Santo Padre. Hna. Rut de Jesús (Instituto Hermanas de
Ayuda para caminar en la santidad
Si tienes un rato, intenta leerte esta homilia del Papa. Vale la pena, seguro que te hace mucho bien, y te ayuda a caminar con más seguridad y alegría por los senderos de tu santidad.
Benedicto XVI: Los santos, «amigos y modelos de vida»
Homilía en la solemnidad de Todos los santos
CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 10 noviembre 2006
Nuestra celebración eucarística se inició con la exhortación "Alegrémonos todos en el Señor". La liturgia nos invita a compartir el gozo celestial de los santos, a gustar su alegría. Los santos no son una exigua casta de elegidos, sino una muchedumbre innumerable, hacia la que la liturgia nos exhorta hoy a elevar nuestra mirada. En esa muchedumbre no sólo están los santos reconocidos de forma oficial, sino también los bautizados de todas las épocas y naciones, que se han esforzado por cumplir con amor y fidelidad la voluntad divina. De gran parte de ellos no conocemos ni el rostro ni el nombre, pero con los ojos de la fe los vemos resplandecer, como astros llenos de gloria, en el firmamento de Dios.
Hoy la Iglesia celebra su dignidad de "madre de los santos, imagen de la ciudad celestial" (A. Manzoni), y manifiesta su belleza de esposa inmaculada de Cristo, fuente y modelo de toda santidad. Ciertamente, no le faltan hijos díscolos e incluso rebeldes, pero es en los santos donde reconoce sus rasgos característicos, y precisamente en ellos encuentra su alegría más profunda.
En la primera lectura, el autor del libro del Apocalipsis los describe como "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua" (Ap 7, 9). Este pueblo comprende los santos del Antiguo Testamento, desde el justo Abel y el fiel patriarca Abraham, los del Nuevo Testamento, los numerosos mártires del inicio del cristianismo y los beatos y santos de los siglos sucesivos, hasta los testigos de Cristo de nuestro tiempo. A todos los une la voluntad de encarnar en su vida el Evangelio, bajo el impulso del eterno animador del pueblo de Dios, que es el Espíritu Santo.
Pero, "¿de qué sirve nuestra alabanza a los santos, nuestro tributo de gloria y esta solemnidad nuestra?". Con esta pregunta comienza una famosa homilía de san Bernardo para el día de Todos los Santos. Es una pregunta que también se puede plantear hoy. También es actual la respuesta que el Santo da: "Nuestros santos ―dice― no necesitan nuestros honores y no ganan nada con nuestro culto. Por mi parte, confieso que, cuando pienso en los santos, siento arder en mí grandes deseos" (Discurso 2: Opera Omnia Cisterc. 5, 364 ss).
Este es el significado de la solemnidad de hoy: al contemplar el luminoso ejemplo de los santos, suscitar en nosotros el gran deseo de ser como los santos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir cerca de Dios, vivir en su familia.
Esta es la vocación de todos nosotros, reafirmada con vigor por el concilio Vaticano II, y que hoy se vuelve a proponer de modo solemne a nuestra atención.
Pero, ¿cómo podemos llegar a ser santos, amigos de Dios? A esta pregunta se puede responder ante todo de forma negativa: para ser santos no es preciso realizar acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. Luego viene la respuesta positiva: es necesario, ante todo, escuchar a Jesús y seguirlo sin desalentarse ante las dificultades. "Si alguno me quiere servir ―nos exhorta―, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará" (Jn 12, 26).
Quien se fía de él y lo ama con sinceridad, como el grano de trigo sepultado en la tierra, acepta morir a sí mismo, pues sabe que quien quiere guardar su vida para sí mismo la pierde, y quien se entrega, quien se pierde, encuentra así la vida (cf. Jn 12, 24-25). La experiencia de la Iglesia demuestra que toda forma de santidad, aun siguiendo sendas diferentes, pasa siempre por el camino de la cruz, el camino de la renuncia a sí mismo.
Las biografías de los santos presentan hombres y mujeres que, dóciles a los designios divinos, han afrontado a veces pruebas y sufrimientos indescriptibles, persecuciones y martirio. Han perseverado en su entrega, "han pasado por la gran tribulación ―se lee en el Apocalipsis― y han lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero" (Ap 7, 14). Sus nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 20, 12); su morada eterna es el Paraíso. El ejemplo de los santos es para nosotros un estímulo a seguir el mismo camino, a experimentar la alegría de quien se fía de Dios, porque la única verdadera causa de tristeza e infelicidad para el hombre es vivir lejos de él.
La santidad exige un esfuerzo constante, pero es posible a todos, porque, más que obra del hombre, es ante todo don de Dios, tres veces santo (cf. Is 6, 3). En la segunda lectura el apóstol san Juan observa: "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!" (1 Jn 3, 1). Por consiguiente, es Dios quien nos ha amado primero y en Jesús nos ha hecho sus hijos adoptivos. En nuestra vida todo es don de su amor. ¿Cómo quedar indiferentes ante un misterio tan grande? ¿Cómo no responder al amor del Padre celestial con una vida de hijos agradecidos? En Cristo se nos entregó totalmente a sí mismo, y nos llama a una relación personal y profunda con él.
Por tanto, cuanto más imitamos a Jesús y permanecemos unidos a él, tanto más entramos en el misterio de la santidad divina. Descubrimos que somos amados por él de modo infinito, y esto nos impulsa a amar también nosotros a nuestros hermanos. Amar implica siempre un acto de renuncia a sí mismo, "perderse a sí mismos", y precisamente así nos hace felices.
Ahora pasemos a considerar el evangelio de esta fiesta, el anuncio de las Bienaventuranzas, que hace poco hemos escuchado resonar en esta basílica. Dice Jesús: "Bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los artífices de paz, los perseguidos por causa de la justicia" (cf. Mt 5, 3-10).
En realidad, el bienaventurado por excelencia es sólo él, Jesús. En efecto, él es el verdadero pobre de espíritu, el que llora, el manso, el que tiene hambre y sed de justicia, el misericordioso, el puro de corazón, el artífice de paz; él es el perseguido por causa de la justicia.
Las Bienaventuranzas nos muestran la fisonomía espiritual de Jesús y así manifiestan su misterio, el misterio de muerte y resurrección, de pasión y de alegría de la resurrección. Este misterio, que es misterio de la verdadera bienaventuranza, nos invita al seguimiento de Jesús y así al camino que lleva a ella.
En la medida en que acogemos su propuesta y lo seguimos, cada uno con sus circunstancias, también nosotros podemos participar de su bienaventuranza. Con él lo imposible resulta posible e incluso un camello pasa por el ojo de una aguja (cf. Mc 10, 25); con su ayuda, sólo con su ayuda, podemos llegar a ser perfectos como es perfecto el Padre celestial (cf. Mt 5, 48).
Queridos hermanos y hermanas, entramos ahora en el corazón de la celebración eucarística, estímulo y alimento de santidad. Dentro de poco se hará presente del modo más elevado Cristo, la vid verdadera, a la que, como sarmientos, se encuentran unidos los fieles que están en la tierra y los santos del cielo. Así será más íntima la comunión de la Iglesia peregrinante en el mundo con la Iglesia triunfante en la gloria.
En el Prefacio proclamaremos que los santos son para nosotros amigos y modelos de vida.
Invoquémoslos para que nos ayuden a imitarlos y esforcémonos por responder con generosidad, como hicieron ellos, a la llamada divina.
Invoquemos en especial a María, Madre del Señor y espejo de toda santidad. Que ella, la toda santa, nos haga fieles discípulos de su hijo Jesucristo. Amén.
[Traducción distribuida por la Santa Sede
© Copyright 2006 - Libreria Editrice Vaticana]
lunes, 13 de noviembre de 2006
Senderos de Belén
Hoy quiero que llegue la Navidad pronto. Para seguir el sendero de Belen, quiero que me acompañes con este breve poema que igual te gusta o no. A mi me ayuda y me hace pensar en aquella noche, la noche más feliz de todas las noche que ha vivido la Humanidad, aunque mucho ni se enteraron, y mucho más siguen sin enterarse. Espero que te ayude. Sigue el sendero y llegarás a Belén , pero has de pasar por la puerta de la gruta con humildad, agachándote, sino es imposible que entres.
Casi sin tiempo, de prisa llegan a la gruta,
todo es oscuridad y frío,
y en la noche nace
calor y alegría.
Luz que cantan los Angeles, y
Los Pastores adoran.
Despacio, sin nada que nos
quite la paz;
Contempla, mira al recién nacido;
Haz que tus ojos no se cansen
de asombrarse ante el Misterio,
Despacio, reza, mira, contempla.
Dios entre los hombres;
¡qué profundidad de humildad!
¡qué difícil de entender!
¡qué fácil de amar!
Un Niño nos ha nacido,
Un Dios se nos ha dado.
El Cielo en la tierra,
la esperanza colmada
Puer natus est nobis;
Sí, entre nosotros, cerca de
nosotros, para que tu y yo contemplemos
el Cielo en la tierra
Y El es Dios, Dios hecho carne,
carne humana que los hombres
despreciamos y violamos;
Carne que adoramos en el Pan,
y contemplamos escondida en el
Sagrario.
¡Qué grandeza de Misterio,
Incomprensible y adorable!
Verbum caro factum est!
Para que le adores, le ames.
domingo, 12 de noviembre de 2006
Parones
Si quieres seguir senderos lo importante es que te prepares. El camino es largo, y no hay que correr, sin prisa y sin pausa, pero siempre adelante. La vida parece larga y en realidad es corta. Te aconsejo que te pares antes de comenzar a contemplar. ¿Qué debemos contemplar? Pues mira quien no sabe contemplar, mirar, no aprovecha el camino porque solo va pensando en cuando llegaré y no saboreo "el hoy", vivimos más en el pasado o en el mañana y no vemos el hoy. Paraté y mira; asombrate ante el misterio y mira despacio.
El silencio contemplativo te ayudará a seguir senderos y caminar seguro. Que bueno es que cada día puedas tener unos momentos de parón, y mirarle a EL. Ten la seguridad de que El siempre te está mirando, y lo hace con ojos de misericordia. Un saludo
Primera vez
Seguir senderos. Con este titulo abro este blog para caminar juntos, para que puedas conversar en el camino de tu vida, y para que -si eres lector de estas palabras- puedas tener ocasión de abrir nuevos senderos en tu vida ¡ojalá pueda ayudarte a ello, y quizás pueda tu también ayudarme a abrir esos caminos que nos conducen a la felicidad! Cuento con tu ayuda y cuenta con la mia.