Hace unos días tuve una experiencia gozosa. Nada raro, pero que todavía me dura. Pude estar tiempo largo (2 ó 3 horas) en silencio meditando, casi dejando pasar el tiempo, pero en la Presencia de Dios junto a un sagrario. No es que me sobre el tiempo, pero en esta ocasión pude arreglar las cosas para que fuera así.
Fuera no se oía nada (sólo el canto de las golondrinas); mejor dicho, "se oía el silencio". Sin prisas fui meditando unos textos que me lleve para la ocasión, y te aseguro que no fui yo, sino que note cómo esas palabras me iban cogiendo y abriendo el alma (tantas veces dormida por la actividad externa), y fui notando cómo algunas cosas que hasta ese momento me daban vueltas, se iban poniendo en su sitio, sin hacer demasiado esfuerzo. No es que se trate de una experiencia especial, hay muchas personas que habitualmente hacen oración a diario, y en medio de mucho trajín, son capaces de escuchar a Dios; sólo te lo cuento porque me alegré otra vez de descubrir que hay tener "espacios de desierto", momentos de intimidad donde podamos escucharLe. ¿Sabes? el mundo no le escucha, y es tremendo cómo dejar de oír a Dios nos hace olvidarnos de lo Trascendente, y quedarnos en lo superficial. Un saludo
3 comentarios:
Luisa, no se si es casualidad o providencia, pero precisamente lo estoy leyendo en estos días, y ayer el capitulo segundo para mi fue un oceano auténtico..., me sirvio de muchisimo. Gracias
Por cierto, me ha sido facil adivinar la adivinanza
Luisa, gracias por tu blog, perdona que no te lo haya dicho antes, me parece alucinante. Me ha hecho gracia la foto del burrito con la "acompañante"
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